sábado, 30 de julio de 2011

El Dolmen - Capitulo piloto – Nivel 0 (Primera parte)


Era la hora de Correr el Manto, cuando la diosa Shar extendía su vasto ropaje de oscuridad purpúrea y relucientes estrellas a través del cielo. El día había sido fresco pero soleado y la noche prometía ser clara y fría en la granja. Se esperaba, a las puertas del verano, una temporada de grandes y abultados frutos. Así como se rogaba a varios dioses la supervivencia de las crías de las ovejas, cerdos, aves de corral y cabras negras de Iluskan.

Esos eran los pensamientos de los jóvenes bajo la bondadosa protección de Tulcas Than. Eso y que los trabajos de mañana sean menos pesados que los de hoy o los de ayer o los de los días anteriores. Pero nunca era así, al contrario, solían ser mas y mas pesados cada vez.

Los mayores y mas fuertes debían apalear grano con grandes mazas para extraer las espigas doradas. Habían artilugios de pesadas ruedas que hicieran este trabajo. Pero según Tulcas, el molino del pueblo llevaba un registro del grano que entraba y la gente de por aquí no querian pagar al señor hechicero mas de lo que tocaba.

Así que ahí estaban los más fuertes. Golpeando con mazas de madera reforzadas de láminas de metal el grano y pensaban: - El peso de esta herramienta es innecesariamente mayor del necesario. Golpeaban durante más de medio día algunas veces. Había ritmos y canciones a la hora de esta faena. Muchas veces se usaban las dos manos para golpear con ritmos que el mismo Tulcas marcaba. Dos rápidos con la izquierda y uno contundente con la derecha - Vitoreaba.

Se entonaban canciones de forja enanas casi en susurros. La granja no estaba cerca de la villa, pero nunca se es demasiado precavido con la milicia de Lastater. Eso es lo que siempre decía Tulcas (cuando rara vez decía algo).

Otro de los trabajos diarios era el entrenamiento con el arco, el lazo y la red. Algunos en la granja salían de cacería y esto era fundamental, la esencia del verdadero recolector de Mieliki.

La granja poseía morteros para moler grano, pero no ruedas de piedra como en los molinos. Y muchos en el pueblo traían (durante la noche) grandes carros de grano para ser molidos a golpe por los jóvenes de esta granja. Muchas veces debían tomar las hierbas de hoja de Tremora envuelta en esa rara tela de araña, para aminorar el dolor de los músculos y dormir en paz.

Siempre se descansaba en rondas. Y había una guardia constante.

Su protector decía que era parte de ahuyentar a los lobos y otras alimañas del bosque. Había dispuesto trampas sonoras con viejos yelmos y rocas en los límites de la granja con el gran bosque del Wyrm.

Las trampas algunas veces saltaban con estruendos y Tulcas (que parecía jamás dormir) salía proyectado de la puerta, blandiendo un rollizo tronco, para encontrarse (normalmente) con algún hambriento vagabundo ex combatiente entre el huerto. Atiborrando su boca con vegetales crudos o intentando llegar al gallinero en el tejado del alijo de grano.

En esas ocasiones el hambriento siempre recibía comida caliente, pan, queso, raciones para el camino y una bota de cerveza.

Se marchaba antes del amanecer y rara vez se lo volvía a ver por la villa y menos por la granja.

Algunos trabajos eran un misterio para los jóvenes. En una ocasión, despertaron al alba del otoño del año del colmillo y se encontraron con una montaña de tierra frente a la granja. De una altura de nueve hombres y un ancho de veinte. Así como así había aparecido durante la noche y según uno de los chicos no había marcas de carros cargando peso cerca de la mole de tierra.

La explicación de Tulcas fue:- Todos a las palas y las carretillas. Esta tierra debe desaparecer en la cañada (a media hora de camino a buen pie). Y debe desaparecer rápido. – Se trabajo día y noche. Después del primer día, por turnos. Y se doblo la vigilancia. Durante esas noches ni siquiera se prendieron los braseros que se usaban para ahuyentar a los lobos.

Otra de las noches, hace relativamente poco, los jóvenes escoltaron tres carros cubiertos por pesadas lonas, por el viejo camino hacia Marais et Tarascon. Tenían prohibido mirar dentro. En el camino divisaron una tribu Bárbara de los Caballos de Uldru en el prado y a medio día de distancia un campamento Ruuka (Hobgoblins y Bugbears rojos). Pasaron inadvertidos transportando las carretas con el viento a su derecha allí al otro lado de las praderas del Roc y regresaron.

No hubo preguntas, la mirada de Than se encargo de silenciarlas.

Pero esa noche hubo una celebración en la granja, sin razón más que haber regresado sin inconvenientes. Y cenaron un cerdo entero con pasas y embutidos con setas. Esa fue la noche de la primera borrachera de alguno de los jóvenes de la granja.

Mejor no preguntar entonces.

Algunas noches Tulcas liberaba de sus responsabilidades de guardias nocturnas y disponía a todos los jóvenes al interior de caserón.

Sombras se acercan en esa noche y se reúnen en alguna parte de la granja. Desapareciendo antes del amanecer en dirección a la villa y por lo que vieron una vez hacia el bosque también.

Reconocieron a Medric en Vástago de Nadie (hermano de todos y pupilo de la granja también en el pasado). Lo vieron pesadamente borracho de Chouchen en uno de los regadíos de melones. En un estado un poco menos deprimente distinguieron en otras ocasiones al tendero Sembrin y a Harriet “La Besucona”.

Tulcas también se encargo de que no hicieran preguntas al respecto.

Algunos de los jóvenes salen al bosque con Lerh el Guardabosques y trampero amigo de Tulcas a buscar pieles, hierbas y setas. Este hombre es un personaje especial. Siempre usa ese horrible y gastado gorro de piel que le cubre hasta las cejas y esas botas blandas que tanto envidian los que cazan con el. Usa una gastada levita de un cuero de una tonalidad verde opaco.

Este guardabosques es prácticamente mudo y nunca suelta más que un leve silbido cuando entran a la espesura, para marcar el límite de cualquier cháchara.

Sus enseñanzas son siempre por señas y demostraciones prácticas.

Como evitar ser rastreado por el sendero de raíces, ríos y rocas. Usar marcadores olfativos para evitar que elfos y mastines caigan en las trampas. Dejar comederos y reforzar madrigueras para cuidar el balance de los bosques. Evitar a los grandes depredadores. Los frutos comestibles de lo salvaje y también lo venenoso. Acechar en silencio, disparar el arco en movimiento y los increíbles senderos por las bóvedas verdes a muchos hombres de altura, sobre el suelo de bosque.

También es un experto en alijos secretos de cazadores y pastores en la región. Refugios en el suelo o en los árboles. Y un increíble sitio en un bosquecillo cercano a la pradera del Roc. Una forja enana de campaña, abandonada hace muchos años. De pequeño tamaño, pero un dato de gran utilidad. Ocupada ahora por un enorme y apestoso Ogro conocido extrañamente como DelGroom.


Cae el telón sobre el galope en los campos de nabos.

La mañana los descubrió preparándose para sus tareas. El saco con el material de caza estaba dispuesto. Se podía oler desde el patio interior. La bolsa huele a guano de jabalí. Se utiliza para esconder olores y contiene varias mudas de ropa con capuchas y barbijos con hierba buena.

Pero esa mañana no saldrían de caza. Por lo menos no tras un jabato.

Un heraldo cabalgo raudo vociferando a gritos por la calzada hacia la villa. Paso cerca de la granja y Tulcas salio tras de el al escuchar algo de los gritos lejanos. El jamelgo salio espoleado dejando a su paso a los jóvenes entre una nube de polvo revuelta.

No tardo en regresar con noticias. Se habían agolpado en la torre del mercado para leer las noticias del pergamino clavado a las colosales puertas de roble.

Decía:

“Se recompensara por orden del grandilocuente Edil Remigio Brassi, protector de los Burgos de Marais por derecho del Rey Lastater Umblot patrono y liberador de Galatea, con cincuenta monedas sonantes a todo aquel que ofrezca información y paradero de las gentes y mercancías desaparecidas en la calzada entre la villa de Marais et Cork y Marais et Tarascon.

Se investigara su paradero. Pueblo estar listos para inspecciones. No temer la gente de bien, solo se busca la ilegalidad”

Entre el tumulto de gentes y mercaderes enrojecidos por las noticias Tulcas pudo escuchar que en estos días habían desaparecido algunas caravanas de mercaderes, buhoneros y hasta un heraldo real en la calzada sur. Estas no eran buenas noticias.

Debía de preparar pertrechos y enviar a los jóvenes al bosque o esconderlos en ciertos lugares que ellos aun no debían conocer.

Pasando por la posada recogió un rollo de papel y un paquete en tela y regreso a galope redoblado junto al heraldo vociferante en dirección a la granja.

El rollo explicaba otra mala noticia.

Al parecer Harriet, la dueña y tendera en la posada “bosque de piedra” había escuchado una conversación de uno de sus huéspedes. Hablaba solo en su estancia con su “maestro”. Al parecer se trataba de un fisgón, un lacayo, de Oloth, disfrazado como un comerciante de vinos del sur. Llevaba dos días en la villa de Cork. Eso no es bueno, nada bueno.

Oloth es uno de los rivales del hechicero caudillo de los Burgos y un espía no depara nada bueno para su desentendido tirano y menos para la gente de la villa. Nadie quiere que comience a prestarle atención a lo que allí sucede o a su gente. Oloth es un tirano en sus tierras y nadie quiere ver como su territorio se amplia con este Burgo.

Mientras estaba sobre la colina del viejo granero diviso lo peor. Un carromato de milicianos a la distancia. Llevaban estandartes reales del sur. Mas noticias terribles, la pesquisa ya había comenzado!. Aun menos alentador es que los caballos sean roanos blancos del sur.

rápido! rápido! A por los niños!

Atropelladamente se desvío por los campos de nabos del viejo Meridor entre un arremolinado salpicón de hortalizas arrancadas por los cascos del animal. Si los jóvenes podían ser avisados de la inspección, ya habría tiempo de pedir perdón al viejo granjero.

Como si de un remolino se tratara el caballo cabalgo a toda prisa hasta el interior de las caballerizas. Tulcas reunió a todos los jóvenes. Y envío al grupo más grande al claro de la roca ondulada en el bosque. Y a otros los guarneció en una trampilla que jamás habían visto bajo el depósito de grano (NOTA: La próxima vez les cuento que hay allí)

Unos respiraderos en los rodapiés de la construcción permitían a los jóvenes divisar todos los flancos de la caseta. Y vieron llegar a la avanzada de milicianos. Lo cierto es que eran más bien mercenarios, de apariencia temible, tosca y desaliñada.

Solo dos de estos eran de mayor edad que el mayor de los que estaban bajo la caseta de grano.

Sintieron el miedo y la procuración roerles el alma y lo vieron en Tulcas también, cuando divisaron el trofeo en el carromato. Shrindala y Mili sus hermanas semielfas mas pequeñas habían sido atrapadas recogiendo grosellas en la calzada muy cerca de la granja.

Hubo una discusión y refrenaron sus impulsos de salir de la caseta, mientras los guardias reprendían y zarandeaban a Tulcas como un saco de patatas abofeteándolo y amenazándolo con espadones. Rebuscaron por toda la granja, robando algunas cosas y destrozando otras.

Salieron arrastrando un barril y un mantel a modo de saco repleto de embutido y queso de la despensa.

No se dignaron en buscar huellas atropelladas en dirección al bosque o entrar a las barracas de los niños escondidas tras un falso tabique detrás del granero.

Cuando se llevaron a Tulcas enjaulado con sus hermanos intentaron abrir la puerta pero este la había atrancado desde fuera. Impotentes guardaron silencio.

La mezcla era explosiva. Se sentían pisoteados, aterrados, llenos de ira y nerviosos en dosis abrumadoras. Sus hermanas pequeñas?! Levantarle la mano a Tulcas.

Pasaron dos horas antes de que llegara un elegante caballo solitario a trote muy rápido. Era su hermano mayor Medric, el que ahora trabaja en el mercado de la villa.

Medric el ladino, Medric el Vastago de Nadie, conocido en los burdeles por su sonrisa burlona y sus tramas. Siempre tiene algún negocio, alguna especulación con los campos de algún señor. Una helada arruina una cosecha por aquí y ese mismo día sube los precios de lo mismo por allí.

Solo es necesario haber crecido con el, para darse cuenta que es una gran persona. Que odia el mote de bastardo y que lo responde con una sonrisa burlona. Pero que siempre tiene repercusiones.

Ahora tiene el semblante partido por un blanco rictus de miedo. Recorriendo a grandes zancadas el patio de la granja. Buscando rastros de sangre y forcejeo. Esperando ver pequeños cuerpecitos sin vida en cada esquina oscura.

En alguna parte mas haya de las praderas del Roc la tribu Bárbara estaba reunida.

Los caballos de Uldru tenían el cuerpo pintado y las pieles que el ritual mandaba. En circulo alrededor del fuego y su chaman Un solo ojo. Habían estado persiguiendo a los Ruukas desde las montañas. Era la primera vez en algunos años que el clan se aventuraba tan cerca de los Burgos. La ultima vez que habían visto a un granjero fue para responder al llamado de la guerra y en desde ese momento eran considerados proscritos.

Era el día esperado por cuatro jóvenes bárbaros. La iniciación como parte del clan había durado para algunos, toda su infancia. Prueba tras prueba. Ganar sus tres nombres de cazador, de hombre libre y ahora le tocaba el turno al último nombre: Guerrero del Clan.

El chaman aúllo sobre los cánticos tribales que se repetían en ciclos hipnotizantes. Aúllo como un lobo y relincho como un caballo encabritado. Llamo así a los cuatro iniciados y desato la batalla sin armas entre ellos. Solo uno podía recibir el favor de Uldru.

Después de gritos embravecidos, muchos golpes y forcejeos se elevo al vencedor sobre un gran escudo de bronce a lomo de cuatro guerreros del clan. Se trataba de un poderoso enano que honro al clan durante dos años para este momento. Mostraba muchos magullones y sangre en la comisura de la boca, pero sus ojos reflejaban fuego y su sonrisa orgullo como solo un Caballo de Uldru puede mostrar.

Este enano recibiría el regalo del totémico guardián de la tribu. El poderoso espíritu del caballo azul y demostraría su valía contra todos los Ruukas o jamás regresaría.

El ritual era sencillo. La posesión seria completa. Su cuerpo debía soportarla en un revoltijo de profundo dolor sagrado. Seria enviado al campamento enemigo y custodiado desde otra colina cercana. Al amanecer el resto del clan avanzaría hacia el campamento Ruuka. Esperaban encontrar al Enano allí y no a la maza amorfa de carne retorcida azul purpúrea de lo que seria su cuerpo de haber fallado con su misión. Destruir por completo al campamento enemigo.

Al fin y al cabo seria un día de Caza

Cuando fueron liberados de la caseta y sin mediar más palabras Medric dijo seriamente a sus hermanos:

- Hermanos! rápido! Ustedes conmigo, busquen arcos, flechas, cuchillos, cadena… el rollo grande de cadena si!, la ropa de caza nos servirá también. Rápido a los caballos hermanos! Debemos salvar a Tulcas antes de que lo lleven ante el Edil.

Los mercenarios bastardos están retrasados en la posada de la besucona gastando mis monedas marcadas. Las que deje escondidas en la alacena de la granja.

Ahorraremos camino bordeando el bosque por el sendero de los buhoneros y seguiremos por el arrollo para no dejar huellas de cascos. Todos cabalgaremos hasta el cruce de los frondosos hermanos foscos. Ahí emboscaremos y allí mismo recuperaremos lo que nos fue quitado. –

Cabalgaron a buen trote por el sendero que linda el bosque y descendieron por el río dejando siempre a su derecha la calzada hacia el castillo del Edil. Divisaron los enormes árboles a los que se dirigían a ambos lados del camino, allí en la zona escondida por la pendiente. Este lugar era ideal para una emboscada por la cobertura de los pastizales y hechos a ambos lados de la calzada. La profundidad de la pendiente donde se encontraba y además, por esta misma zona se habían sucedido las desapariciones misteriosas, seria unas manchas más en el lodazal.

Había dos figuras sentadas bajo la sombra de los árboles así que se unieron a la calzada y se acercaron con cuidado. Escondiendo los arcos bajo las capas. Esto podía ser un problema.

Una de las figuras estaba encorvada con pose cansada sobre el mango de un hacha que usaba para mantenerse en pie. Le faltaba una pierna y donde había un muñón estaba cubierto por un casquete metálico. Era un iluskano sin duda. Alto y de fuerte complexión física de ojos profundos negros y larga melena rubia ahora teñida de canas que se unía a la barba profusa abrochada con pequeños adornos runicos de bronce y hierro. Sin duda un ex combatiente sin hogar.

A su lado se encontraba semi recostada sobre una capa roja una figura lánguida y esbelta. De porte sereno y distinguido. Era un elfo!

Este último saludo con un tono de voz musical y distendido: - Bien hallados en paz viajeros o cazadores de la calzada de Marais!-

El guerrero cojo a su lado se limito a mirarlo de reojo como quien ve a un orco utilizar un ábaco para sumar y cruzo ambos brazos sobre el pecho y bajo la cabeza. Señal de paz entre los Iluskanos.

Medric no titubeo y no desperdicio palabra. No contaban con mucho tiempo.

- Bien hallados mis señores! No venimos en paz. Pero tranquilos por favor no es contra ustedes, dos buenas gentes del camino, contra quien esperamos venganza.

Sepan comprender una situación que no puedo explicar y alejaos sin decir palabra a nadie por favor. Si pasáis por la villa os honrare con tanta carne de caza y tanta cerveza que no podréis caminar. Pero por favor ahora retiraos-

El Iluskano cojo ya estaba girando sobre si mismo en silencio para irse cuando el elfo espeto:

- Os tomo la palabra! Yo no he visto nada de nada. Podéis contar con el silencio de Momo, así como Momo pretende contar con ese asado de venado púrpura. Ya nos veremos en Cork –

El guerrero de una pierna miro en silencio a Medric de hito en hito y asintió. Dejo caer su poderosa hacha propiciando un – Oops! -

Ya retirándose partió una rama de uno de los grandes árboles. Improviso una muleta nueva y salio dando trompicones fuera de la vista de los jóvenes y de la calzada sin volver a mediar palabra. El elfo fue su compañía hasta que se perdieron de vista tras un bosque de helechos.

Medric:

- rápido! Recojan el hacha. Aten la cadena a la altura de los hombros de un jinete entre los dos árboles a ambos lados del camino. Que permanezca distendida y oculta en la calzada con tierra. Cuando sea el momento dos de ustedes la tensaran y amarraran firmemente para detener a los primeros jinetes.

El resto de nosotros estaremos ocultos con arcos a la izquierda de la calzada. Cada uno escogerá un objetivo para disparar y dispararemos en dos ráfagas. Luego dejaremos los arcos y correremos a toda prisa por la pradera del Roc hacia el alijo de cazadores que nos enseño Lerh en el templo abandonado.

Si alguno de estos guardias nos persigue, dejaremos que piensen que nos tienen y los Ruukas se encargaran de ellos. Yo me quedare escondido aquí con el hacha. Cuando salgan a perseguirlos me encargare de quienes se queden custodiando el carromato y liberare a nuestra familia.
Nos reuniremos por la noche en el bosque, el claro de piedras ondulantes con el resto. Tengan cuidado, no se prendan en combate directo ni con los Ruukas ni con los mercenarios. Cuidaos mucho hermanos. –

Dispusieron todo como se dijo, con ojos atónitos ante el rápido plan de su hermano. La soga estaba lista y todos en sus posiciones cuando el carromato bajaba la pequeña colina. Dos jinetes a la cabeza y uno detrás. Dos conductores del carro y lo que parecía el jefe de los mercenarios custodiando un cofre con otro guardia a su lado. Este ultimo tenia la mueca torcida de manera permanente y resultaba especialmente temible. A sus pies se encontraba la jaula de hierro y madera. Con Tulcas abrazando a sus hijastras en el interior.

Cada joven selecciono un blanco y aguardaron agazapados entre los frondosos matojos de helechos. Primero serian los jinetes y los conductores. Era imposible que los persiguieran a caballo entre tocones, zarzas y la enmarañada vegetación hasta la pradera. Pero debían evitar que escape alguno de estos bastardos a informar al Edil.

La cuerda se tenso después de la primera ráfaga de flechas. Una de estas flechas fue parar a la garganta del mercenario con las riendas, este borboteaba en sanguinolento sufrimiento mientras tiraba nerviosamente para espolear al caballo. Esta repentina aceleración fue crucial para desmontar a uno de los jinetes y al otro conductor con la tensa cadena. Este último cayó de espaldas sosteniéndose la nuez aplastada y se sacudió por última vez intentando respirar. Nunca logro hacerlo.

La segunda ráfaga de saetas desmontaron al primer y ultimo jinete. Uno de ellos fue a encontrarse con el suelo pesadamente entre aullidos, justo antes de recibir una coz de su montura en la nuca que silencio sus gritos sordamente y para siempre.

El jinete que había desmontado colgado de la cadena llevaba una flecha en la espalda. Cayó al suelo y gimiendo de dolor fue a guarnecerse detrás del carro.

La orden fue nerviosa por parte del líder mercenario. Un grito gutural envío a los supervivientes a protegerse detrás del carromato.

Los jóvenes habían dejado caer sus arcos mientras aun se guarnecían detrás de los helechos cuando el horrible mercenario de facciones paralizadas tenso un arco largo, fue sorprendido en pleno rostro por tres objetos brillantes que se arremolinaron a mucha velocidad contra su rostro, aplastándole la nariz y lanzando varios dientes ensangrentados por los aires. La nebulosa inconciencia lo alcanzo antes de que pudiera tocar la polvorienta calzada.

Los jóvenes sonrieron mirando orgullosos a su hermana, aun en pie, terminando la plegaria de las rocas mágicas.

No hubo tiempo de nada más, ya que los miserables estallaron en furia al oír los relinchos de su jefe:

- Los quiero vivos! Traedme a esos chiquillos ahora!

Los jóvenes se movían con ágiles zancadas. Esquivando marañas de zarzas, troncos caídos y tocones. Aminoraron la marcha incluso al cruzar el arrollo e internarse en la pradera del Roc. No sea que sus perseguidores se pierdan.

Que lastima, de haber sido verano la colosal ave, por el que lleva el nombre esta pradera, se hubiera encargado de sus jadeantes perseguidores. Le atrae el brillo de las armaduras pensaron y hay que alimentar a sus crías de todas maneras.

Cuando habían perdido de vista el carromato escucharon a su espalda un derrumbe sonoro muy fuerte y sobrenatural. El de la roca resquebrajada y la madera astillada que se apago al instante como llego. Esperaban que Tulcas estuviera bien cuando se encuentren en el claro. Pero ahora debían sobrevivir para verlo.

Tres mercenarios divisaron el viejo templo extenuados. Los jóvenes los guiaron por el islote de raíces empantanadas de aquel sitio. La ciénaga que nunca se congela.

Le decían el viejo templo por la forma en que estos árboles de Merh habían invadido el montículo de roca en la ciénaga. Entre unas altas raíces se encontraba el alijo, tras una roca movediza similar a la rueda de piedra de un molino. Era fácil no dejar rastro ni huellas moviéndose por las raíces. Mientras no hubiera lodo en las botas, seria pan comido.

Los jóvenes se escondieron y el último de ellos se encargo de guiar a los mercenarios, que recién entraban en la ciénaga, al campamento Ruuka a la costa opuesta del viejo templo. Vio los fuegos de las hogueras y una trifulca en acción. Tal vez una disputa de mando.

Le hubiera gustado que sus hermanos lo vieran proferir esta ilusión. Le gustaba la idea de guardarlo en secreto, pero fantaseaba también con el reconocimiento. Unos pases de sus pequeñas manos y el soplido de un polvo gris en su palma y la imagen de un elfo de la luna apareció cerca de dos guardias cerca de un fuego elevado. Ambos Bugbears (VER) se quedaron conmocionados al ver a un elfo ataviado con ropas de cama escabullirse entre las raíces de los árboles de Merh.

Eso fue el final de los mercenarios luego de mover la roca circular de la puerta del alijo.

Un aullar estrepitoso como rugidos de guerra animal éscos, los jadeos de lucha, los gorjeos y el lenguaje perruno se entremezclaron con el chocar del metal con el metal. Las plegarias desesperadas a Bane y el sonido de la sangre por las gargantas que aullaban de dolor.




Si se hubieran quedado abrían presenciado el espectáculo – pensó Medric

Justo después de la huida de los jóvenes el jefe de los mercenarios deslizo un espadon por la jaula para deshacerse de Tulcas. Las niñas eran más fácil de cargar sobre una montura.

Pero no fue así. Por que la espada chisporroteo al encontrar una barrera invisible y chispeando dentro la jaula. El sonido del metal contra una fuerza chirriante ensordeció lo oídos del mercenario que empujaba violentamente.

La barrera se difumino y tomo consistencia en un bloque de mármol macizo que cubrió por completo al hipnotizado Tulcas.

Justo después el carromato se destrozo bajo el peso del enorme bloque. Una rueda salio disparada por lo aires entre trozos milformes de madera astillada.

El mercenario parecía estar divisando una pesadilla viviente, pero la sorpresa duro poco. El pesado cubo se ladeo dirigido como un dado de seis caras para aplastar al mercenario que luego de un sonido seco y desagradable se convirtió en un amasijo de carne y huesos rotos.

El cubo rodó una vez mas sobre una sus caras para trasladarse fuera de la calzada, ahora destrozada, por su peso y se inmovilizo.




Los jóvenes esperaron en el alijo hasta que los Ruukas se dividieron el botín. Los escucharon gruñir entre ellos por objetos metálicos y relamerse mientras arrastraban algo pesado hacia el campamento.

Fue cuando todo quedo tranquilo que escucharon un silbido en el aire profundo que se acrecentaba a toda velocidad cortando el viento.

El estrépito de la ciénaga fue contundente, algo grande había caído en el agua cerca del campamento Ruuka y la alarma volvió a sonar entre la pandilla.

Lucha otra vez, pero esta vez escucharon el grito de guerra de una sola garganta, pero con muchas voces espectrales en su interior, poderosas y disonantes que combatían sin pausa. Aullidos de miedo entre las bestias y poco después huidas aterradas en todas direcciones.

En poco tiempo el campamento estaba en silencio como si nunca nada hubiera alterado la paz de la cienaga.

Tardaron un rato en superar el miedo para salir. El lugar de la batalla era un regadero de cuerpos sin vida y en el centro de un círculo de raíces chamuscadas y ceniza se encontraba roncando profundamente alguien que ellos conocían.

Uno de sus hermanos enanos que se había marchado hace dos años, a disposición de Tulcas, para unirse a la tribu bárbara conocida como Los Caballos de Uldru.

-Que paso aquí?!-


FIN DE LA PRIMERA PARTE

Nota2: Me fue imposible hacerlo participativo hasta este punto. Sin tener en cuenta las caracteristicas finales de sus personajes. Otra vez pido perdon por la burda escritura. Soy un camarero a horario partido. Sepan entender. El martes jugaremos desde donde esto se quedo. A ver que impresion les da esto. Saludos gente!

2 comentarios:

  1. q buena pinta, a ver si llega el martes!!!

    ResponderEliminar
  2. Totalemten de acuerdo con Pau. Con ganas de q sea mañana para seguir con la historia.

    ResponderEliminar