Apéndice I – Capitulo Piloto – Nivel 0 - "Docecascos"
No hubiera significado una noche tan agradable de haber viajado a pie entre los helechos. Cabalgaba en la fría noche ataviado con una manta que le había dado Tulcas. Tendría que desecharla al acercarse a la tribu de los corceles sagrados. Era un deshonor, en su noche de consagración, llegar ataviado de una manta de puntilla.
Llegaba montando un jamelgo blanco exquisito y acompañado por otros cinco. Un regalo que seria altamente festejado por la tribu. Ellos se encargarian de criarlos al modo salvaje y sin riendas.
Eso si no descubrían que había ido con sus hermanos y hermanas en su noche. Después de todo son bárbaros y podía ser signo de debilidad. Debía llegar pronto a la tribu, si es posible, antes de que descubrieran el campamento Ruuka destrozado.
Arrio a los caballos por puentes secos en la marisma cuando ardían algunos fuegos fatuos en las aguas estancadas. El clan estaba reunido acumulando los cuerpos de los monstruos en una gran pagoda con troncos y follaje seco. Ardería hasta el amanecer y todos bailarían a su alrededor hasta bien entrado el amanecer.
Los vigilantes dieron la alarma cuando se acercaron los blancos corceles. Las flechas de aviso a lo que se acercaba fue contestada por el enano con el sonido característico de recepción del clan. El relincho profundo y gutural que se hace a modo de saludo entre guerreros.
Los tambores bramaron entonces y los vitorees solo comenzaron cuando el chaman Un Ojo, rugió en respuesta el relincho del enano, con gran satisfacción y orgullo. Dejando ver sus dientes negros y su expresión de triunfo.
Los tambores no cesaron de tocar, retumbando en el pantano junto la hoguera, hasta pasado el amanecer. Donde el enano recibió su nombre de guerrero libre; seria Cromill DoceCascos, para su tribu.
Se bebió en su honor Chouchen macerado en troncos huecos del bosque y de panales sagrados. Cenaron carnes de caza y los cuatro iniciados recibieron por fin sus pieles para guarnecerse del frío y un caballo con suficientes mantas de cuero como para construir su refugio cada uno. Como suelen hacer las tribus nómadas.
Las felicitaciones a modo de puñetazos amistosos se dieron con todos los altos guerreros de la tribu. El enano pensó
– Mi entrada al clan debe de ser muy buena, así como el regalo de los corceles, dado mi cuerpo magullado de “felicitaciones” –
Al amanecer comenzaría en “Muntaak” o mes de caza para la tribu. Y los guerreros que así lo deseen marcharan a por trofeos para la tribu. Se dice que el poderoso Urdlu cazo en su primer Muntaak un Wyrm blanco y así unifico a los pueblos bárbaros, bajo la prosperidad del oro y las escamas del poderoso Dragón.
Esta era una oportunidad para Docecascos. De ir con sus hermanos. Ayudarlos y de regreso encontrar una presa digna para regalarle a su clan.
La idea solo le permitió dormir dos horas. Escondió sus pocas pertenencias en el alijo del Viejo Templo y partió pasadas las celebraciones a por sus hermanos. Seria un día largo, pero estaba rebosante de orgullo como para que le importe.
Me gusta el relato, "docecascos" es un nombre inspirado xD
ResponderEliminaruiii ya tengo nombre de verdad. ahora solo me falta que se me conozca a lo largo de todos los picos y cordilleras.
ResponderEliminarpor cierto jefe, eso del caballo no podria ser mejor un perro de monta o un poni... que eso de que el caballo mida 1.50 y yo 1 metro lo veo un poco dificil para montarlos jejeje
la verdad no lo habia considerado jeje!. Tiene sentido, si.
ResponderEliminarYa veremos entonces mas adelante que montura se te puede conseguir.
Docecascos tiene feeling
Una buena montura seria una cabra montesa ejejejej
ResponderEliminarel Muntaak, esa fue la ultima idea que paso por mi cabeza justo antes de quedarme dormido por el largo y excitante dia. la nube borrosa y los gritos de la celebracion aun retumbaban en mi cabeza mezclandose con el profundo trote de miles de caballos. Un sonido bagamente familiar amortiguado por la dura roca que me envolvia. Poco a poco el estruendo fue creciendo saturando todo mi entorno.
ResponderEliminarLa oscuridad desaparecia conforme los brillantes ojos de la manada se aproximaban veloces por los tuneles de la montaña. Como fugaces luciernagas centelleaban sobre mi como mil truenos rugiendo en el aire.
Una imagen fue fromandose entre los cascos. Inicialmente vaga y difuminada para acabar perfilandose claramente entre los doce majestuosos corceles que oradaban la fria roca.
El crepitar de los 48 cascos desnudos resonaba con un eco sin fin en las miles de grutas de la montaña despertendandome con las primeras luces del alba con los lejanos truenos aun en mi cabeza fijando con fuego y piedra una imagen en mi cabeza.